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El control de plagas, más elemental que nunca para evitar la pérdida de cosechas y el desabastecimiento

Con todo lo que ha venido pasando últimamente, parece que las prioridades han cambiado para muchas personas. La llegada del coronavirus ha provocado un sinfín de cambios en nuestra sociedad, unos a mejor y otros a peor. Lo que está meridianamente claro es que nada va a volver a ser igual después de estos meses de auténtica locura que venimos viviendo. Y hay cosas que sí que necesitamos que funcionen de la misma manera en la que lo han venido haciendo durante los últimos años. Son muchas las cuestiones que necesitan que eso sea así. 

Una de las cuestiones a las que podemos hacer referencia con ello es al control de plagas. Durante la primera oleada del coronavirus, ocasionada entre los meses de marzo y abril, la movilidad estuvo bastante limitada, lo que provocó que muchos agricultores encontraran problemas para cuidar de sus cultivos por mucho que su labor fuera considerada como esencial. Esto hizo que nuestros campos no estuvieran lo suficientemente protegidos para combatir a las múltiples plagas que se desarrollan, en mayor medida, durante los meses de primavera. Es lógico que esto supone un problema en tanto en cuanto hay producciones enteras que se pueden llegar a perder. 

Ha llegado el otoño y, con él, una segunda oleada de coronavirus que está siendo bastante más potente que la primera. Si no ha habido un confinamiento absoluto ha sido porque los hospitales han puesto todos sus recursos en combatir a la enfermedad y ya disponen de medios suficientes para atender a todos los pacientes que les llegan. Desde luego, no cabe la menor duda de que, para prevenir que la situación se pueda volver a repetir en lo que respecta a los campos españoles durante estos tiempos tan convulsos, los agricultores han tenido que dar el do de pecho con el fin de eliminar cualquier peligro de plaga en sus cultivos. 

Un reportaje que fue subido a la página web de El Tiempo informaba de cuáles son las seis plagas que merecen ser consideradas como las más peligrosas de todo el otoño. La procesionaria, los caracoles y el chinche marrón son las tres que ocupan las tres primeras posiciones, siendo seguidas muy de cerca por otras como las de los pulgones, los roedores y el gusano de otoño. Desde luego, hay que tener en cuenta que la naturaleza de estos animales es muy diferente y que, por ende, los daños que pueden provocar para nuestros campos son diversos. Aun así, conviene estar preparados para hacer frente a las plagas de todos ellos. 

Las pérdidas económicas que puede suponer una plaga solo para un agricultor pueden ser millonarias. Y no solo existen pérdidas a nivel económico, sino que hay que valorar la cantidad de alimentos que se pueden echar a perder a causa de ellas y la enorme cantidad de personas que puede sufrir los efectos de una cuestión como lo es esta. No cabe la menor duda de que controlar las plagas es una necesidad social y que, por mucha pandemia que exista en la actualidad, es algo que tenemos que tener controlado sí o sí. 

En los momentos que nos ha tocado pasar a causa de la pandemia que todavía nos sigue golpeando, es evidente que los trabajos relacionados con la alimentación han adquirido un papel más importante incluso del que ya tenían hace algunos meses, en una situación completamente normal. Se ha hablado mucho de los trabajadores y trabajadoras de los supermercados, pero ¿qué hay de toda esa gente que se dedica a la producción de alimentos en nuestros campos? No solo han tenido que continuar trabajando duramente para sacar adelante sus cosechas, sino que han tenido que mantener sus campos ante el azote de las plagas. A tal efecto, los profesionales de Control Plag nos han comentado que ha crecido el volumen de pedidos que han venido contabilizando en los últimos meses. Y es que es más imprescindible que nunca mantener las cosechas para evitar el desabastecimiento.

Una labor poco valorada… pero realmente importante

Normalmente, tendemos a pensar que la comida que tenemos en el supermercado se encuentra allí como por arte de magia. Pero no es así ni mucho menos. Esa comida hay que producirla, hay que sembrarla en muchos casos. Y es ahí donde entra en valor el trabajo realizado por todos esos agricultores cuyo esfuerzo muchas veces la sociedad no valora como realmente merece.

El esfuerzo de todos esos agricultores también hubiera merecido un aplauso como los que la población española ofreció a sus sanitarios y a los trabajadores y trabajadoras de supermercados en los meses de marzo y abril. Es una labor que juega una importancia indudable en la cadena alimentaria y de la que todo el mundo debería ser consciente. Que este artículo valga como reconocimiento para toda esa gente que cultiva nuestros campos y que es vital para que el resto tengamos alimentos que llevarnos a nuestra boca.

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