Seguramente muchos de nosotros todavía tenemos fresco en nuestro recuerdo aquel primer campamento de verano al que acudimos, al principio un poco asustados y temerosos por ser la primera vez que nos alejábamos durante unos días de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestro ambiente de protección y nos enfrentábamos “solos”, o al menos eso es lo que nos parecía a nosotros. Sin embargo, pronto comenzaríamos a darnos cuenta que en nuestra misma situación había muchos más niños y juntos haríamos una piña. Una piña de amigos y de increíbles juegos y aventuras que irán siempre con nosotros porque todos sabemos que sí, que el campamento tiene una fecha límite y se acaba, pero siempre se quedará en el corazón de esos niños.
Actualmente nos resulta como algo natural y muy habitual el poder inscribir a nuestros hijos en un campamento urbano, un campamento de verano…, pero no siempre fue así. Se considera que el primer campamento, considerado como tal, fue organizado en el verano del año 1861 por el pastor evangélico Walter Bion en Appenzell, en plenos Alpes Suizos, a donde se llevó a 68 niños pertenecientes a las familias más pobres de la ciudad con la idea de que, al menos durante las dos semanas de duración de esta aventura, los niños pudieran estar en contacto y disfrutar de la naturaleza, respirar aire puro y comer una comida fortificante. A estos niños los acompañaban diez maestros. La idea tuvo un resultado tan bueno, que pronto se extendió por Europa y América. En nuestro país el primer campamento del que se tiene constancia es en el año 1887 en San Vicente de la Barquera, en Santander. Este campamento fue organizado por Manuel Bartolomé Cossío, miembro destacado de la Institución de Libre Enseñanza, un proyecto pedagógico que se desarrolló en España entre los años 1876 y 1936 y que tuvo una gran influencia en las reformas que el Estado promovió en el campo educativo, jurídico o social, apoyada por personajes de la talla de Leopoldo Alas (Clarín), Santiago Ramón y Cajal, José Ortega y Gasset, Antonio Machado, Joaquín Sorolla o Gregorio Marañón, entre otros.
Este primer campamento de nuestro país reunió a 18 niños, con edades comprendidas entre los 9 y los 13 años, de la antigua Estación del Norte, hoy Príncipe Pío, de Madrid, los cuales junto con dos profesores partieron hacia San Vicente de la Barquera. Estos niños habían sido seleccionados, según cuentan las crónicas de la época, teniendo en cuenta además de su pertenencia a la clase social económicamente más baja, sus múltiples enfermedades como podían ser tuberculosis, raquitismo, anemia, etc. En estos campamentos se compaginaba la enseñanza de determinados estudios como geografía, astrología, matemáticas… con rutinas saludables como higiene, una buena alimentación… y mucha diversión, en la que los niños realizaban excursiones, juegos, cantaban, construían cabañas…, consiguiendo con todo ello que al final los niños mejoraran sus condiciones físicas y también sociales, pues la convivencia y compañerismo conseguían crear un ambiente de gran felicidad entre los más pequeños, por lo que fue considerado como un proyecto altamente beneficioso para los niños y niñas de las clases sociales menos favorecidas.
Hoy en día los campamentos siguen reuniendo a niños de distintas esferas, afortunadamente las condiciones han cambiado y los niños no acuden a los campamentos para mejorar su situación física o nutricional, sino que son lugares que cubren nuevas necesidades como puede ser una alternativa de ocio durante las vacaciones escolares o lugares donde practicar y desarrollar determinadas habilidades deportivas. Así, si vosotros también estáis pensando en llevar a vuestros pequeños a un campamento o apuntarlos a actividades, nosotros os recomendamos que os pongáis en contacto con Actividades Extraescolares Madrid, dado que ellos se dedican en cuerpo y alma al desarrollo de actividades deportivas, educativas, artísticas y de ocio en colegios, empresas, clubes y urbanizaciones formada por profesionales de la educación y un equipo multidisciplinar que colabora de forma puntual.
El soka, un nuevo modelo educativo
Tsunesaburo Makiguchi, un educador, filósofo y escritor japonés fue el creador en 1930 de la Soka Kyoiku Gakkai (La pedagogía del sistema de creación de valor). Su ideología fomentaba la introducción de enfoques más humanísticos y centrados en el ser humano, fomentando una cultura de paz y reflexión, buscando la convivencia y la forma de coexistir con la naturaleza y deseando que la felicidad sea el propósito principal de la educación. A pesar de la oposición del régimen japonés, su teoría educativa ha ido adquiriendo reconocimiento internacional de manera póstuma. Tanto es así que, en nuestro país, en diciembre de 2018, el Consejo de Gobierno de la Universidad de Alcalá aprobó la creación del Instituto Mixto de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda, cuyo objetivo principal es la investigación y desarrollo de la Educación Soka.